jueves, 16 de marzo de 2006

Residencia mixta de ancianos Nuestra Señora del Carmen



Ocho años al servicio de la Tercera Edad


Hace ocho años que la residencia de ancianos de Peñalsordo abrió sus puertas, en un principio como un servicio de pisos tutelados.
Empezó con veinticuatro plazas, ahora son cuarenta los habitantes de la casa. Desde el primer día se colgó en la puerta el cartel de “completo”.

Cumplen una función necesaria en Peñalsordo: cuidar de los ancianos. Todo empezó como un servicio de pisos tutelados, pero hace poco se alcanzó la categoría de residencia mixta de la Tercera Edad.
De 24 plazas se ha pasado a las 40, un lleno total, por lo que no se descarta una segunda ampliación, aunque esto supondría realizar algunos cambios de envergadura en el local.
En el hogar de mayores trabajan en la actualidad diez personas y, a pesar de que está ubicado en Peñalsordo, ninguno de sus empleados pertenecen a esta localidad, sino que proceden de Guadalmez, Cabeza del Buey y Zarza Capilla, pueblos colindantes con Peñalsordo. “Es una cuestión para la que no tengo explicación”, nos cuenta su responsable, Jesús. “Tenemos lista de espera en la bolsa de trabajo, pero del pueblo nadie, es una pena pero es así”, explica.

“Son como niños”

Los ancianos tienen libertad absoluta de entrada y salida a la residencia (su casa), sólo se les exige cumplir el horario de comidas.
“En el hogar pueden realizar actividades, como clases de manualidades: hacen muñecas de papel, bolsas de malla, … Aunque muchos optan por quedarse en la sala de la televisión”, nos cuenta Jesús. “No trasnochan, lo cual propicia que a las 7 de la mañana casi todos estén ya en pie”.
Según nos explica el responsable,”no son personas que se impliquen mucho en las actividades que se proponen, aunque cuando se han hecho han respondido bien, un poco a la fuerza. Pero es normal porque es gente mayor, con algunas dificultades físicas”.
Aunque tienen juegos, como el bingo o el dominó, prefieren descansar o contarse sus cosas. En este sentido, Jesús cree que “se necesita otra salita de televisión porque el salón en la que se encuentra es el comedor y sirve un poco para todo”. No son personas revoltosas, dice, “aunque es a días, en general se portan muy bien”. “A los primeros que entraron les costó más adaptarse, porque no sabían cómo iba a ser, ahora vienen más mentalizados y motivados”. “A mí es un trabajo que me encanta y estoy muy contento con ellos, aunque es una gran responsabilidad cuidarles”.

La despensa

“Nadie tiene un régimen de comidas severo, pero se intenta cuidar su alimentación, evitando el exceso de sal, y de grasa”.
La comida es casera, nada de platos precocinados ni “cosas raras”. “Ellos pueden elegir el tipo de comida que quieren, pero no se ponen de acuerdo, no hay ningún plato que les gusta a todos y, claro, todos custodian comida en su despensa, aunque esté prohibido”.

Déjame que te cuente

En la residencia, algunos mayores encuentran la compañía que les falta en el hogar. Uno de los temas de conversación preferidos es el de su niñez y adolescencia. Nos cuentan los juegos con los que se entretenían en su infancia y no falta en sus ojos el brillo que trae a veces el recuerdo.
Como la picardía es la característica de muchos niños, en este caso niños mayores, también nos cuentan el ajetreo que vivían en el famoso baile del pueblo. No les falta decisión. Dispuestos a poner en marcha un guateque en la propia residencia, animados por su responsable.
María, la primera de todos en formar parte de los pisos tutelados, nos cuenta lo feliz que se encuentra allí, “para mí este señor es como mi padre”, no duda en afirmar al referirse a Jesús, aún saltando a la vista que podría ser su hijo.
Se quejan de no encontrarse en el estado físico que les gustaría pero en ninguno de ellos notamos queja alguna. Se les ve contentos y animados. La convivencia les hace más fuertes.