miércoles, 20 de septiembre de 2006

Inmigrantes peñalsordenses



Por Alejandro García Galán

Francisco Tapia Cárdenas, Paco Tapia (1934), alarife o maestro albañil

Conozco a Paco Tapia de "toda la vida". Recuerdo desde niño verlo por las calles del pueblo o encaramado en lo alto de algún andamio, dada su profesión. Más tarde su noviazgo con Concha, hoy su esposa. Y recuerdo con fidelidad a finales de los cincuenta y primeros sesenta nuestra común pertenencia al equipo de fútbol de nuestra localidad. Aquel equipo donde él era su portero. Y recuerdo también aquellos dos partidos contra el poderoso Cabeza del Buey, con empate a uno en casa de nuestros vecinos y un dos a uno a nuestro favor en el campo de Los Eucaliptos, conocido entre la gente como Orcalitos o Alcolitos. En el partido disputado en Cabeza tuvimos a don Damián como delantero centro, vestido con sotana algo remangada con la que cubría más fácilmente el balón y que marcaría nuestro gol. Las "malas lenguas" argumentaban que había sido un "gol religioso", o el partido de vuelta en un campo carente de porterías, sirviendo de palos unos pedruscos amontonados que se podían ensanchar o estrechar según conveniencia local, con goles del entonces "recuperado" para el fútbol Enrique Fraga y el segundo de un servidor. Recuerdo muchas más cosas siempre entrañables de aquellos partidos con otros pueblos vecinos y rivales o con el mismo Cabeza que no vienen a cuento. Sí quiero anotar que brillaba en aquel equipo como defensa central el "contundente" Manolo "el Coco"; el dribling de Bautista Serrano, conocido como "el de Rogelio", en el centro del campo; o aquella delantera "rompedora" en la que destacaba su "infernal" ala derecha formada por Tony Sánchez "Batideras" y el autor de estas líneas. Y como "vigilante" del grupo, su eficiente cancerbero, Paco Tapia. Paco vestía habitualmente con camisola blanca a diferencia de los jugadores de campo que lo hacíamos con rayas albirrojas. El pantalón era azul o negro, según cuadraba, y los zapatos cada cual lo que tenía. ¡Qué años aquellos ... !

En mis vacaciones he seguido viendo a Paco Tapia por el pueblo desde entonces; observando su presencia física al tiempo que contemplaba el cambio de un nuevo panorama urbánístico que iba experimentado la localidad desde hace más de cuarenta años, donde él, con su impronta personal, ha sido motor determinante aunque no único de ese cambio. También observaba de vez en cuando su afición por el cante en bulliciosas tabernas tan añoradas y en modernos bares, época en que aún estaba permitido o al menos no mal visto los gorjeos de tantos aficionados al flamenco o a la canción española. Años que conservo en la retina con alguna nebulosa. Y llegamos a estos últimos tiempos donde de nuevo hemos vuelto a coincidir en una querencia noble, la música y el canto, como componentes del Coro Nuestra Señora Madre de Dios del Carmen. Por conversaciones recientes, volvemos a coincidir ahora, en estos años de opulencia en los que vivimos, con nuestro común rechazo a tirar cualquier tipo de comida. Ambos fuimos "niños de la posguerra" y aquellos niños tenían en gran estima dada la escasez en la época para "todos", si bien unos más y otros menos, el "pan nuestro de cada día". Nada de comida se derrochaba en aquella dura y larguísima posguerra. Aquel tiempo marcaría a toda una generación.

Otras valoraciones de Paco Tapia

Siempre vi en Paco Tapia a un hombre sencillo, observador, prudente, respetuoso, tenaz y ambicioso (sin ambición no se consigue nada) y "enemigo" de chismes y envidias, aparte de creador e innovador en su profesión, y por encima de todo un gran trabajador. No soy dado a falsas adulaciones; pero sí defiendo el elogio merecido. Y con nuestro biografiado expreso un reconocimiento sincero. Sus vacaciones, según propio testimonio, han sido durante toda su vida los días que ha permanecido ingresado en algún hospital por motivos de salud. Desde años atrás catalogué a Paco Tapia como un arquitecto sin título por sus amplios conocimientos, tanto técnicos como prácticos, acumulados a través de los años, con esfuerzo, estudio y tenacidad. Un hombre hecho a sí mismo, un verdadero autodidacta. No hay nada en él que le sea ajeno. De todo es curioso. Su infancia, como la de tantos y tantos niños de la mencionada posguerra, fue una infancia muy dura, incluidas las hambrunas; quizás por eso el cerebro se usaba con manifiesta destreza y rentable aprovechamiento.

Paco Tapia, biografiado

Pero ¿cómo empezó todo en la vida de Francisco Tapia Cárdenas, Paco Tapia? No nació en Peñalsordo, pero vive aquí desde que cumplió sus 14 años. Vino al mundo en 1934 en Villanueva de la Serena, de padre villanovense, Francisco, y madre chillonera, Alfonsa, que había llegado años antes hasta Villanueva al servicio de los poderosos Márquez de Prado. Cuando estalla la guerra civil la familia se traslada hasta Chillón, al amparo de parientes próximos. Aquí nacerían sus otros hijos, Matías, Raimundo e Isabel.
Tras aquella desgraciada contienda, que tanto sufrimiento produjo entre españoles de ambos bandos, el cabeza de familia se va a unir en Sociedad con los hermanos Estudillo, albañiles residentes en Chillón pero oriundos de Peñalsordo. Los tres llegan a nuestro pueblo en 1946 para edificar las viviendas de Valentín Serrano y Ramón Madrid. Estas casas tendrán una cierta novedad estética respecto a las que ya existían en el casco urbano. Tras la terminación de estos edificios, de solidez y consistencia notables en su estructura y una "cara" nueva a la vista, les encargan la construcción de la casa de los "Manuelines". A partir de este momento deciden quedarse a vivir en Peñalsordo, tanto Francisco Tapia como uno de los Estudillo, Arcadio. Estamos en 1948 y les acompañan en su venida sus respectivas familias. Paco, que antes estuvo en Chillón recibiendo clases de cultura general con las limitaciones de entonces, también ayudaba a un tío materno como aprendiz en labores de barbería, lo que le reportaba algunas pequeñas propinas que recibía de los clientes. Ahora tiene 13 años. Pero antes a causa de la guerra, ya terminada, quedaría mucha munición en Chillón. Paco, muy niño, junto a otros primos manipulan un fulminante que aquí encuentran estallándole entre las manos y dejándole sin dos falanges de la mano izquierda. Por fortuna no perdió la movilidad de los dedos, lo que no limitaría en el futuro su trabajo físico. Cuando llega a Peñalsordo ya está en condiciones de trabajar con su padre como aprendiz de albañilería. Muy pronto se hará oficial. Con todo, son años, recuerda, muy duros en la economía familiar. Incluso en un tiempo donde aún no existía ni el gas ni los aparatos eléctricos, la leña del monte se haría imprescindible para todo. Su transporte creaba un gran problema en las familias que carecían de animales de carga, que soluciona cada cual como puede. Siente la necesidad de superarse cada día y estudia dos cursos por correspondencia, temas relacionados con su mundo laboral. Recibe también algunas clases particulares nocturnas, especialmente de aritmética y geometría.

Paco seguirá formando parte de la cuadrilla con su padre y hermanos hasta que marcha a cumplir el servicio militar. Cuando vuelve se va a independizar. Por aquellos años era norma habitual casarse un año después de la vuelta de la "mili". Paco cumple con esta tradición y contrae matrimonio canónico, siempre fue un hombre creyente y practicante, sin ser beato, con Concepción Blanco Calvo, de Peñalsordo, en la parroquia de Santa Brígida Virgen, un primero de octubre de 1959. Tenía 25 años y la ceremonia fue oficiada por el entonces párroco del pueblo don Damián Uría Nieto. Por estos años Paco Tapia empieza a trabajar por cuenta propia. Como alarife, se rodea de trabajadores de la construcción a los que dirige, fomentando desde entonces una carrera profesional de innovaciones que no terminará hasta su reciente jubilación.

La vivienda tradicional en Peñalsordo

Tal vez convendría hacer un repaso a la vivienda tradicional para explicar los cambios producidos en los que Paco Tapia, como hemos apuntado, será pieza clave del cambio estructural. Curiosamente van a ser dos albañiles foráneos los que den un mayor impulso al cambio de las casas tradicionales en el pueblo, aun sin coincidir en el tiempo. Recordemos que la casa rural peñalsordense, como lo era asimismo en toda la zona desde tiempo inmemorial, era de dos plantas, con dos o tres naves y pasillo central para el paso de los animales hacia el corral que se ubicaba al final de la vivienda donde se resguardaban esos animales. Era una vivienda sencilla, de materiales pobres, pero bien adaptada al clima del lugar. La planta baja estaba construida de piedra sin tallar o pizarra recogida en el propio solar mezclada con barro o cal, según posibilidades; la planta alta dedicada a granero y pajar, estaba hecha de adobe o tapia, algunas veces también de piedra y cal. La cubierta a dos aguas con teja árabe. Entre ambas plantas, bóveda de crucería de ladrillo con una capa exterior de cemento o tierra apisonada; y si no, rollos o vigas con tablas de madera transversales o sencillamente cabios. Y los suelos en su parte central, de cantos rodados blancos y negros que aquí se conocen como bolos del río, formando rectángulos concéntricos, y los laterales de baldosas. En el cuerpo de casa se encontraban las cantareras y vasares. Y casi siempre el interior de sus paredes enjalbegado y las fachadas a la calle, encaladas. Y las puertas exteriores con un original arco mudéjar que no hemos visto en ningún otro lugar. Quedan, creo, 6 ó 7 en todo el pueblo. Deberíamos cuidarlos antes de su desaparición definitiva, como vestigio de un pasado propio. Pues bien, en la segunda mitad del siglo XIX llegó a Peñalsordo un albañil portugués, Lorenzo Martínez, que introdujo algunas novedades en las viviendas del pueblo y que seguirían practicando sus descendientes más próximos. El elemento más destacable que introdujeron los Martínez fue una serie de ventanas ovaladas a veces en forma de círculo o rombo de ladrillo que aún perduran en algunas de las casas del pueblo como en las calles de la Iglesia, Balmes, o al final de Núñez de Arce. El ladrillo había sido poco utilizado anteriormente salvo para hacer los arcos de las puertas y ventanas y las bóvedas. El segundo cambio se producirá a mediados del siglo XX con los Estudillo y los Tapia. Los primeros regresarían a Chillón no sin antes dejar su sello personal en algunas viviendas caracterizadas por ciertas filigranas ornamentales de vegetales o animales en algunas fachadas como vemos en la calle de la Iglesia. Otros albañiles locales también se apuntarán a algunas variaciones novedosas, tal es el caso de Jacinto "Capote", responsable de un curioso sotabanco formado de plantas y animales en la calle Balmes.

Con todo, va a ser Paco Tapia quien protagonice un cambio más radical al generalizar el ladrillo visto con soporte de hierro y ferralla, lo que hace desaparecer el blanco común de aquellas tradicionales fachadas. A veces las viviendas son "rebocadas"; otras enfoscadas antes de recibir una capa de pintura. Poco a poco irán desapareciendo el adobe, la tapia si bien ésta nunca fue muy utilizada en el pueblo, el barro y la cal. El cemento se generaliza y el hormigón se hace presente en las construcciones. En los últimos años ha vuelto a reaparecer el blanco en las fachadas. Ahora no será cal sino pintura plástica a través de la "rebocación" o el enfoscado sobre ladrillo o piedra. Ha sido un acierto sin duda, pues se adecua al clima propio y así poder combatir el calor sofocante del verano extremeño y el duro frío invernal, a la par que se modifica la estética. Irán también apareciendo en el pueblo balaustradas compuestas con elementos de hierro y cemento que Paco ha diseñado primero y después "fabricado" con invención de moldes propios, al tiempo que diseña cenefas, ménsulas, floreros ... Comienzan a edificarse grandes y lujosos edificios sin tener ya en cuenta las entradas y salidas de animales. No son casas para grandes o pequeños labriegos, más bien son casas para personas pudientes con otros medios de vida. No queremos hacer ninguna enumeración de esos edificios ya que paseando por las calles del pueblo podrán contemplarse. Estamos hablando naturalmente de viviendas privadas; mas también muchas obras públicas llevan el sello de nuestro maestro albañil o alarife: adoquinamiento (ya intervino a finales de los cuarenta en el arreglo de la plaza y calle Nueva o Balmes), asfaltado de calles, la iglesia nueva, el Corazón de Jesús ... , son algunos de los trabajos en el haber público de nuestro biografiado. Estuvo siempre muy solicitado para el trabajo; a veces los dueños debían esperar con cierto enfado por su tardanza en acudir al tajo apalabrado; el motivo, exceso de actividad; si bien esta circunstancia parece generalizada en los últimos años con estos profesionales. Con frecuencia ha estado unido en Sociedad a otros compañeros del pueblo, siendo la última de esas sociedades, larga en el tiempo, la formada con otros dos grandes profesionales muy solicitados, su sobrino Francisco Tapia Bresó y Manuel Polanca Muñoz, con los que se ha complementado eficientemente. Nuestro biografiado en sus largos años de trabajo continuo, igual orientaba a sus compañeros que diseñaba planos, creaba balaustres o ménsulas, como manejaba personalmente la paleta, la plomada o la llana; todo para él era fácil.

Conclusión

Hasta cumplir los 68 años el cuerpo le ha aguantado bien en el tajo; pero tenía que jubilarse por obligación. No lleva mal esa inactividad. Ha tomado un relevo que antes también practicaba en menor medida. Hoy reparte su tiempo como horticultor en las Huertas Viejas donde posee una parcela con casa, y en su taller de forja fabrica artilugios que son más propios de la mano de un herrero que de un albañil, y donde se entretiene. Todo ello le da sentido a su nueva vida. Como le da sentido igualmente a su vida verse rodeado de su esposa, Concha, fidelísima compañera, de sus hijos Isabel y Francisco, que le llenan de satisfacción al conseguir éstos carreras que por motivos obvios él no pudo nunca realizar. Y el cariño de sus tres nietos.
Este es, para terminar, como yo veo a Paco Tapia o Francisco Tapia Cárdenas, un hombre que nunca encontró nada difícil en su trayectoria vital, un hombre que se ha hecho a sí mismo, un verdadero "artista" en la acepción más exigente del término, un hombre que ha dejado una huella con sello personal que perdurará en el tiempo, un hombre al que se le reconoce por todos su laboriosidad y creatividad, un hombre que sin haber nacido en Peñalsordo es un peñalsordense más, -agregamos- un peñalsordense de pro ... , y una autoridad. Enhorabuena, Paco, por todo lo hecho, que sigas muchos años más entre nosotros disfrutando de cuanto has aportado al pueblo, a nuestro pueblo, a tu pueblo, como nosotros lo disfrutamos. Tu impronta ahí queda para cuantos quieran acercarse a conocerla.
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