lunes, 25 de agosto de 2014

Viajando por tierras de Juan Ponce de León: La Florida.

Crónica emocional y racional de un hermoso y variopinto recorrido

Por Alejandro García Galán, de APETEX

 

A Francisco Hidalgo, español; Jesús Fernández, cubano; y Cristino Bernazard, puertorriqueño-chueta; los tres radicados en Florida.

 

 

Algunos datos históricos, como principio

Es creencia generalizada, y no falta razón en quien así piensa, que los grandes descubridores, exploradores, conquistadores y colonizadores de las vastas y variadas tierras recién descubiertas en el Nuevo Mundo tras 1492, fueron extremeños. Tan solo debemos hacer memoria para encontrarnos con los nombres de Hernán Cortés, Francisco Pizarro –sin duda los dos más reconocidos- Valdivia, Alvarado, el otro Pizarro, Orellana, Balboa, Ñuflo de Chaves, Hernando de Soto, Sebastián de Belalcázar (población entonces extremeña)…, a los que habríamos de añadir varios nombres más de intrépidas mujeres, nacidas igualmente en Extremadura.

 

   Si dejamos al margen los más importantes de todos, los descubridores, Crístóbal Colón, de confusa ascendencia, y sus compañeros los hermanos Pinzón, éstos andaluces, apenas si se nos cuela algún que otro andaluz ya en tierra, tales Cabeza de Vaca o Jiménez de Quesada; algunos vascos como Juan de Garay o Blas de Lezo, o los marinos Elcano y Oquendo; el asturiano Pedro Menéndez, natural de Avilés, que tuvo el privilegio de fundar la más antigua ciudad hoy en día de todos los Estados Unidos de Norteamérica, San Agustín (1565), y que después hablaremos de ella; nos quedamos con un hombre castellano-leonés, que, además de las andanzas vividas por las islas del Caribe, principalmente en Puerto Rico, tuvo la dicha de descubrir por vez primera lo que él mismo denominó Florida, por coincidir ese descubrimiento con la efeméride del calendario cristiano de la Pascua Florida. Era el año 1513. Nos estamos refiriendo ciertamente a Juan Ponce de León, que nació en 1460 en el antiguo Reino de León, Santevós de Campos, hoy provincia de Valladolid, quien buscaba las aguas de Bimini, requisito indispensable para hallar la eterna juventud y que falleció en La Habana en 1521.

 

   En verdad que no es nuestra intención aportación histórica alguna, que para eso ya tenemos Internet con su wikipedia para darnos explicaciones, pero sí dejar alguna pincelada de nombres propios relacionados con nuestro trabajo. Por el contrario, pretendemos ser cronistas en lo posible y dar a conocer momentos vividos recientemente por vivencia personal de esta parte tan privilegiada por la naturaleza del mundo, la Florida, que fue un largo tiempo de casi tres siglos española y hoy forma parte de la Unión con los Estados Unidos de Norteamérica.

 

   Es reconocido igualmente que los navegantes españoles casi siempre denominaban los accidentes geográficos que iban divisando en las costas americanas con nombres propios del día señalado en el santoral católico del momento; de ahí tantos nombres religiosos dedicados a la toponimia de aquel lado del territorio recién descubierto por Colón. Este fue el momento de nominar  un nuevo avistamiento al noroeste de las islas Lucayas o Bahamas, con Guanahaní, la ¡Tierra!, de Rodrigo de Triana, y que confundirían aquellos navegantes comandados por Ponce de León, en un principio, con una isla más grande de las muchas recién descubiertas. Sin embargo, parece ser que tanto uno de los hermanos Pinzón como el propio Américo Vespucio ya habrían divisado sus costas en 1498; no obstante, se tuvo conciencia del hecho en 1513 con la presencia del Gobernador de Puerto Rico a la sazón, Juan Ponce de León.

 

   Por lo demás, deseamos recordar en este trabajo que allá por nuestra primera juventud, muchos lo recordarán, salieron en España sellos de correo que rememoraban personajes ilustres relacionados con el descubrimiento y conquista de América. Aún conservo varios. Algunos de ellos por ser más conocidos, me "sonaban" sobremanera; otros, me eran totalmente ignorados, caso de Ñuflo de Chaves, que con el tiempo estudiaría a fondo por su condición de extremeño y su relación con las dos Santa Cruz de la Sierra, la cacereña y la boliviana, y el de Pedro Menéndez de Avilés, que apenas si tenía un mínimo conocimiento de él, y que hoy, tras mi visita a Florida y especialmente a San Agustín, puedo aportar algunos datos interesantes desde mi punto de vista de este explorador y fundador, como intentaré más adelante. Podríamos hablar asimismo largo y tendido de otro extremeño ilustre relacionado con la propia Florida, Hernando de Soto, personaje ya muy estudiado, entre otros, por profesionales del mundo del conocimiento y la historia en la propia Extremadura, así como en la misma Florida; mas aquí lo dejamos.

 

Llegada a Miami

Tras un apacible viaje de nueve horas y media por el aire, nuestro avión se preparaba para tomar tierra en el aeropuerto internacional de Miami. Pero sucedió un incidente del que nunca he sido testigo anteriormente en mis muchas horas de vuelo. Todos sabemos que Florida, como nosotros en España, disfruta ahora de estos meses de verano. Pues bien, durante esta estación el clima de este Estado del Sureste de Norteamérica se caracteriza por el fuerte calor reinante y las abundantes y casi torrenciales lluvias, incluso a veces los ciclones. De hecho, casi todos los días del verano llueve durante un breve periodo de tiempo. De este modo, el Comandante del avión, nos avisó que debido a la fuerte tromba de agua que caía en ese momento sobre la ciudad, nos veíamos obligados permanecer en el aire dando vueltas y más vueltas sobre Miami hasta el momento en que descampase. A mí el tiempo de demora en aterrizar se me hizo muy largo. No creo que hubiese pánico entre los pasajeros, pero sí una cierta preocupación. Tres cuartos de hora estuvimos dando vueltas por encima de las nubes hasta que por fin, el propio Comandante nos comunicó que ya íbamos a aterrizar en el aeropuerto de la ciudad; sí, con tres cuartos de hora de retraso. Jamás había vivido un hecho parecido en mi vida, como antes he señalado. En el aeropuerto me recogió mi amigo Francisco Hidalgo, que me acompañaría asimismo en su magnífico carro (coche) en todas las visitas realizadas a La Florida. Desde estas líneas vaya mi reconocimiento y gratitud, amigo Paco.

 

Grandes ·malls" y playas de Hollywood. Encuentro con Cristino Bernazard

Relajado ya del largo viaje y descansado, el primer día lo dedicamos a visitar grandes y lujosos "malls", como en América se conoce a los grandes almacenes. Es sin duda un espectáculo contemplar la abundancia de productos, tanto elaborados como naturales de estos "monstruos" del comercio mundial, adonde acude gente de otros países americanos e incluso de la propia España. Sus existencias presentes se hacen interminables por cantidad y calidad.

  

   La tarde la ocuparíamos yendo a pasear por la larga playa de Hollywood, una ciudad entre Miami y Fort Lauderdale, en un enjambre de grandes urbes repartidas por todo el litoral del sur de Florida. Allí, para sorpresa mía y satisfacción personal escuché a bastante gente hablar en mi misma lengua. (Y como aclaración en general, señalar que los norteamericanos ponen todo tipo de trabas al conocimiento de otros idiomas que no sean el inglés. El modelo más palpable es la publicidad turística que se edita prácticamente tan solo en la lengua oficial de las 13 colonias). Y al hilo de lo expresado, recordemos cómo en el Tratado de París de 1898, cuando España cede a los Estados Unidos, además de Cuba, Puerto Rico y la isla de Guam, las Filipinas, raudas las autoridades estadounidenses envían 3.000 maestros a estas islas para enseñar a los niños el inglés; de ahí que en la actualidad Filipinas sea un país bilingüe en inglés y tagalo, y el español esté relegado en la práctica.

  

  Recorriendo este paseo marítimo nos encontramos a Cristino Bernazard con quien compartiríamos la tarde en animada y amena conversación, en una terraza playera junto a la degustación de unas frías cervezas. Cristino era amigo de Francisco y pronto me percaté de que estaba ante un hombre de gran brillantez y bastante lúcido. Nuestro nuevo conocido y amigo había nacido en Puerto Rico, pero como él decía con bastante guasa, con antecedentes de chuetas mallorquines (judíos expulsados), por parte de la rama paterna. Se desplazó a España de joven para estudiar derecho en la Universidad de Salamanca y en sus correrías por Madrid conoció a una madrileña castiza, Matilde Sanz, de la que se enamoró y más tarde, ya casados, parten para vivir en Puerto Rico. Desgraciadamente su esposa falleció ya dejándole un hijo, llamado asimismo Cristino, que vive con su esposa en el mismo Hollywood. Cristino padre es un hombre transparente, generoso y simpático; muy buen conversador y amigo de la literatura y la música, especialmente la de cantautor y la rapera. Desde España, saludos, Cristino.

 

Primera salida: San Bernardo de Clairvaux, claustro e iglesia

En Sacramenia (hoy provincia de Segovia), se construyó en el siglo XII (1133-1144) un monasterio de estilo románico-cisterciense, reinando en aquel tiempo Alfonso VII "El Emperador", en Castilla y León. Fue conocido en principio con el nombre de Nuestra Señora de los Ángeles, mas tras el paso por este mundo de San Bernardo (s. XIII) y su fama de santidad, el monasterio cambió su nombre por San Bernardo de Clairvaux Lo ocuparon los monjes cistercienses casi 700 años; hasta que se impuso en nuestro país la desamortización de Mendizábal (1835). Por ello el cenobio fue abandonado y poco más tarde ocupado por animales al servir de establo. En 1925 un rico hombre americano, el coleccionista William Hearst, compró el claustro y edificios colindantes, y tras numeración de los sillares, estos fueron colocados  en cajas de madera con paja y transportados en tren y más tarde en barco hasta Brooklyn, cerca de Nueva York, donde las piedras permanecerían hasta 1952, un año después de la muerte del señor Hearst. Durante todo este tiempo sucedieron una serie de acontecimientos antes y después de la muerte del primitivo comprador, en los que no nos vamos a detener. Al final, tras varios episodios de ventas y compras, el claustro y la iglesia con otros edificios adjuntos son reconstruidos en 1964, llegando hasta nuestros días con una apariencia espléndida. Su ubicación la encontramos en 16711 West Dixie Highway, North Miami Beach (Florida).

 

 Sin duda, lo más valioso de todos los tesoros artísticos que aquí se guardan, es el claustro reconstruido tal y como se encontraba en Sacramenia, salvo el suelo que allí era de adoquines y en la ubicación actual se emplearon losas cubanas. Con todo, hoy sabemos que se ha reconvertido en Iglesia Evangélica. Añadiremos que se encuentran en el propio claustro sendas esculturas de Alfonso VII y Alfonso VIII de a pie, así como distintos escudos de armas tallados en piedra caliza de casas de la nobleza castellana, también pergaminos y muebles antiguos del reino de la Castilla medieval. En la iglesia de una sola nave podemos ver dos copias, una de Murillo, la Virgen del Rosario; la otra de Valdés Leal, ambas de buena hechura.


Segunda salida: San Agustín, la ciudad más antigua de los Estados Unidos, con abundante toponimia española en su callejero

Tres días abarcó nuestra segunda salida. Se trataba de lo que fue primera ciudad española fundada en la Florida (1565) con su Fuerte o Castillo de San Marcos, éste algo más tardío. Tras dilatadísimas llanuras, como jamás había visto, sin ni siquiera un solo teso, avistamos la ciudad de San Agustín, que los americanos inglesizaron en su momento con el cambio toponímico de St. Augustine. Deberíamos, pienso, intentar de algún modo los hispanos que el Congreso de los Estados Unidos recuperase el nombre original. Antes de entrar en esta población, aún con bastante sabor hispano, ya pudimos contemplar el nombre de Matanzas Bay (Bahía de Matanzas), donde el hibrido hispano-inglés permanece. Después, nos dedicaríamos a recorrer sus calles más céntricas, del barrio colonial o español, como así es llamado, y cuál sería nuestra sorpresa que un alto número de ellas llevan el nombre en español con recuerdo a ciudades de nuestro país: Sevilla, Saragossa (así, inglesizado), Avilés, Granada, Córdova (sic, con uve), Oviedo, Valencia, Málaga, Almería…, y otras como Carrera, Río Vista, El Galeón, Ponce de León…, eso sí, siguiendo a los nombres en español su correspondiente Street (calle). Pero sin duda, la más importante de las vías callejeras de San Agustín, corresponde a la avenida que bordea su amplia bahía; pues bien, esta avenida está bautizada con el nombre del fundador de la ciudad, Pedro Menéndez, con varias señalizaciones donde aparece su apellido escueto: Avenida Menéndez, así, ambas palabras en castellano, para mi satisfacción. Mas tal vez lo que llenó de orgullo mi fibra de ciudadano extremeño y por tanto español fue contemplar en el centro de la ciudad, en una inmensa plaza de entre 1695 y 1705, con construcciones de dignísimos edificios coloniales, siendo realmente el más lujoso de todos el antiguo palacio del Gobernador de Florida, hoy convertido en lujoso hotel, así, repito, me llenó de gran satisfacción poder ver y leer este nombre asimismo en nuestra lengua: Plaza de la Constitución. ¿Cómo es posible, me cuestionaba a mí mismo? Y ante mis reducidos conocimientos de inglés, pude contrastar que se trataba de la Constitución Española de 1812, la famosa "Pepa", de feliz memoria. Aún se conserva, por tanto, este glorioso nombre en honor de aquella primera constitución española de Cádiz, pues no se debe olvidar nunca que la Florida dejó de ser oficialmente española en 1821, cuando los Estados Unidos de Norteamérica presionaron a España para que se la vendiesen; lo que hicieron ese mismo año nuestros antepasados tras pagar los estadounidenses cinco millones de dólares. Recordamos que en aquellas infaustas fechas, nuestra máxima Autoridad patria era el Rey Fernando VII. Este hecho sucedería al mismo tiempo que perdíamos también todo el Virreinato de la Nueva España, a la que había pertenecido desde siglos atrás la propia Florida. Y desde 1821 hasta 1845 se considera esta tierra floridiana como "período territorial" de los Estados Unidos, aunque aún no era un estado propiamente, statu que sí alcanzaría en 1845, al pasar a formar parte como nuevo Estado de la Unión.

  

   En la misma plaza señalada se alza asimismo un hermoso ejemplar en bronce del fundador de la ciudad, como hemos apuntado más arriba, el avilesino Pedro Menéndez (1519-1574), quien con catorce años salió de su ciudad natal llamado a la aventura, enrolándose en distintos barcos y consiguiendo ser con el tiempo Capitán General de la Flota de Indias y Adelantado de la Florida. Aparte del monumento en bronce dedicado al fundador de la ciudad, regalo del pueblo de Avilés al de San Agustín, en los últimos años setenta, esta  Plaza de la Constitución alberga igualmente otro retrato al óleo del mismo personaje, en edificio público igualmente de buena hechura. Y cerca se halla también la plaza de la Catedral con el templo -dedicado obviamente a San Agustín- y donde podremos contemplar un espléndido monumento erigido a Juan Ponce de León (1460-1521), emplazado por lo demás, no lejos de la bahía donde él mismo desembarcó en 1513  por vez primera en la Florida. Se trata de una réplica de la que el autor de la obra, Andrew Anderson, hizo en 1923 tomando por modelo la que ya existía del mismo personaje en San Juan de Puerto Rico, obra de C. Bupert. Con esta espléndida contemplación, terminábamos nuestro recorrido por el viejo San Agustín aquella calurosa y húmeda noche de verano.

 

Anécdota cartográfica y visita a un singular barrio colonial

El desayuno lo hicimos en el hotel que nos hospedamos. El comedor se hallaba junto a recepción. El desayuno muy propio americano, aunque eso sí, abundante. Al hilo del mismo, no me resisto a contar una anécdota que me sucedió personalmente, y que resultó bajo mi criterio un tanto simpática. La primera noche, mi compañero de viaje, dados sus amplios conocimientos de inglés, se acercó hasta la recepción del hotel para solicitar las habitaciones que tendríamos que ocupar durante dos noches. Más tarde me hacía yo presente ante la recepcionista, una típica joven anglosajona (o tal vez eslava, vete a saber), eso sí, nacida en Nueva York, de manifiesta belleza. Le pregunté entonces si hablaba español. Me contestó que sólo sabía decir "albóndiga". Está bien, le dije, pero esa es una palabra árabe, aunque el español la haya incorporado a su vocabulario. Ah, dijo ella. Al día siguiente a la hora del desayuno señalado allí mismo en recepción, y como hubiese un periódico local marcando el clima tórrido de todos los Estados Unidos, encima del mostrador, y la misma chica presente, se me ocurrió señalar el mapa con el dedo y decir: "calor"; a lo que ella contestó, tras mirar un instante en el ordenador, "caliente". No pude menos que esbozar una sonrisa y responder: "no, the sun is calor; the person is caliente", con lo que ella se expresó con otra ligera sonrisa, pues me había entendido perfectamente. Si traigo aquí a colación esta curiosa anécdota no es sino para demostrar cómo las lenguas a veces se prestan a este tipo de equívocos que resultan por lo demás curiosos o simplemente simpáticos. Así los interpreto yo.

 

   Tras esta pequeña curiosidad, tomamos la calle de Bridge Street hasta toparnos con un pintoresco y coqueto barrio bien conservado, de ricas casas señoriales principalmente de los siglos XIX y XX, sirviendo en el presente como museo. Entre estas típicas viviendas, destaca una de color rosa de en torno a 1790, construida con coquina, un material geológico formado por acumulación de conchas de pequeños moluscos que se encontraba en la cantera de isla Anastasia, muy útil a falta de otros materiales de construcción, ya que Florida es una inmensa llanura sin montañas. Esta bonita mansión, de típico sabor francés, como lo son otras viviendas del entorno, fue la residencia de Aquille Murat "Prince Murat", sobrino de Napoleón Bonaparte. Desde este espacio en un extremo del barrio español, partiríamos hacia el Castillo de San Marcos, mi principal objetivo del viaje a Florida.

 

Un paseo-investigación por el Castillo de San Marcos

   Desde años ha, tenía yo gran interés por conocer el Fuerte o Castillo de San Marcos, por saber que era una fortaleza española situada en los Estados Unidos, y además porque recientemente mi amigo y presidente de APETEX, Paco Rivero, me había hablado del mismo; por eso, la primera noche, dando una vuelta por la parte vieja de la ciudad observamos en lontananza la monumental construcción. Dejábamos su visita para el día siguiente al igual que la contemplación previa de dos carabelas ancladas para el turismo y la historia en el puerto, en la misma bahía, enarbolando banderas de Florida, de Castilla y León, de España (la actual, siglo XVIII) y la de los Estados Unidos; también alguna de piratas ondeaba por el puerto. Quiero dejar constancia en estas líneas de mi sorpresa al observar la bandera blanca con la cruz de San Andrés roja en forma de aspa, que representa desde siempre a la Florida y que yo bien sabía asimismo que se trataba de la misma enseña española del siglo XVI, incorporada en nuestro país con Felipe el Hermoso y conocida como bandera de Borgoña. Efectivamente, Florida tomó su bandera de la española de 1513, cuando se descubren estas tierras por parte de Juan Ponce de León; además para más concreción, en un punto cercano a esta bahía en la que me ubicaba.   

De esta guisa, llegamos al castillo tras la visita a los barcos con las repetidas banderas. Al entrar al Castillo nos atendió una simpática y bilingüe puertorriqueña con la que pude conversar, para satisfacción mía, en español. (Más tarde lo haría asimismo con una familia, abuelos, padres y nietos cubanos, con ese acento peculiar y meloso que cultivan los caribeños). Pues bien, el Fuerte o Castillo de San Marcos posee dos plantas muy bien conservadas. En esta ocasión, y gracias a los hispanos de América, se ha conseguido muy recientemente que todas las cartelas existentes en el recinto estén redactadas en los dos idiomas, inglés y español; por lo que no tuve dificultad alguna para enterarme de todos los avatares transcurridos en el Castillo o Fuerte durante casi cuatro siglos.

 

   Dadas las infiltraciones de piratas de otros países, especialmente británicos y franceses, y como consecuencia de los paupérrimos materiales de madera usados por los españoles, las autoridades de nuestro país envían al ingeniero militar español Ignacio Daza (1620-1672) para construir un castillo de mampostería en San Agustín. Daza selecciona este lugar por su defensa natural; una defensa regular de cuatro esquinas. Pero el ingeniero español viviría tan solo 7 meses desde su llegada a Florida, por lo que no pudo ver concluida su obra. De cualquier modo el Castillo de San Marcos es concluido ofreciendo defensa y resguardo a San Agustín y de paso al territorio colonial español. Al igual que otros fuertes que conocemos en América, los dos de San Juan de Puerto Rico (San Cristóbal y San Felipe), este de San Agustín algo más pequeño, poseía varias dependencias para los soldados: polvorín, cocina, bodega, letrinas, etc, coronado por varios cañones de largo alcance que aún se conservan en buen estado. El Castillo cambia de nombre cuando en 1821 los Estados Unidos compran a la Corona española la Florida, pasando a nominarse Fort Marion, devolviendo su primitivo nombre de Castillo de San Marcos en 1942 por parte del Congreso de los Estados Unidos. El fuerte Marion en el siglo XIX sirvió de prisión en las guerras indígenas que hubo entre los estadounidenses de cultura blanca y los indios de distintos territorios: seminoles, kiowas, comanches, arapahoes, chiricahuas, cheyennes, apaches y otros, que obligaron a finales del XIX a los indígenas a elegir entre extinción o asimilación en la cultura blanca. Eligieron lo segundo (1875).

 

 

Labor misionera de los españoles en Florida

 

Francisco López de Mendoza zarpó hacia la Florida como capellán en 1565 al mando del Capitán General Pedro Menéndez de Avilés. Después de desembarcar en San Agustín, López celebró la primera misa en una ermita que con el tiempo sería la parroquia más antigua de los Estados Unidos. El Adelantado se llevó 12 clérigos en el viaje junto a 4 jesuitas. Los primeros tenían la misión de atender espiritualmente a los colonizadores, a la par de evangelizar a los indígenas en sus territorios, y los jesuitas aspiraban a fundar una universidad. No olvidemos que en aquellos tiempos y muchos siglos más, la religión guiaba todos los aspectos de la vida colonial, como lo hacía en la propia metrópoli. No se olvide tampoco que España tuvo desde siempre la idea de llevar las creencias cristianas a tierras donde eran desconocidas, por lo cual no le preocupó invertir parte de su tesoro y su sangre en fundar un imperio interracial, a cambio de "salvar almas" como fin principal.

 

   En 1585 el almirante inglés Sir Francis Drake, para los españoles un pirata, había incendiado San Agustín y su fuerte edificado con maderas; pero los españoles resisten y Drake debe abandonar. De 1565 a 1763 la Florida es española. San Agustín era decisivo para la defensa de nuestro imperio. Los soldados defendían la ciudad en puestos avanzados con el fin de defender los barcos enviados desde España para buscar suministros y guardar asimismo las espaldas a los sacerdotes que viajaban al interior para establecer misiones. Los comerciantes de esclavos capturaron a un indígena africano, conocido más tarde como Francisco Menéndez, y lo venden a un colono de Carolina del Sur. Aquel escapa a San Agustín en 1724 al saber que España ofrecía la libertad a los fugitivos que se convirtieran al catolicismo. Menéndez, defensor de los negros desde su época carolina, sigue defendiendo a los de su raza y en 1738 es capitán de la Milicia española. Cuando se establecen los británicos en Florida (1763-1784), Menéndez marcha a Cuba fundando una nueva ciudad negra con el nombre de San Agustín de la Nueva Florida. España debe entregar Florida al Reino Unido en la primera fecha señalada a cambio de recuperar La Habana en manos inglesas en aquel momento, al perder nuestro país la guerra de los 7 años (1754-1763); la Corona británica por entonces divide la Florida en Oriental y Occidental, para su mejor control. Entonces la mayoría de familias floridianas marcha a Cuba. Pero en 1784, como consecuencia del apoyo de España a la independencia de los Estados Unidos, Gran Bretaña debe devolver las Floridas a España. Muchos británicos residentes se marchan de San Agustín, y llegan nuevos inmigrantes menorquines, griegos y corsos y aproximadamente unos 300 británicos deciden quedarse jurando lealtad a España y a la iglesia católica.

 

   En 1821, ya queda dicho, el Castillo de San Marcos, junto con las dos Floridas se incorporan al mando norteamericano. El Ejército estadounidense abandona la fortaleza en 1900 y hoy es un gran centro de atracción turística de primer orden, declarándose Monumento Nacional en 1924 por el presidente Calvin Cooldge.

 

Nueva visita al barrio colonial o español

Por la tarde, tras comer copiosamente en un restaurante del barrio español, nos dedicamos a callejear por el mismo. Mi interés se centró en observar cómo el Departamento de Interior de los E.U.A., se había dedicado recientemente a reconstruir casas con abolengo del pasado, fundamentalmente del siglo XVIII. Así, pudimos ver los edificios de los Acosta, Villalonga, Oliveros –con el escudo de Castilla y León, como es corriente en toda la ciudad actualmente-, Rodríguez-Avero (1749), Salcedo, Ribera…, en la calle principal del barrio. Incluida la Taberna del Caballo, con tapas y sangría (todo en español). Y no me resisto, aunque está en inglés, el recuerdo de este descendiente de menorquines en la fachada de una de esas casas, la de los Bonet, cuando en una lápida deja escrito; "They came here, they toiled here, they fuffered many pains, they lived here, they died here, they leith singing names (Stephen Vincent Benet, menorquin descendent)". O la singularísima casa que sirvió de escuela en aquellos años, que pude fotografiar.

 

 

Tercera salida: Cabo Kennedy o Cabo Cañaveral, centro de la NASA

Recorriendo con el mercedes de Francisco las inmensas llanuras del sur-este de la Florida, y bordeando canales o atravesando puentes por todos los sitios, nos adentramos en el colosal recinto de Cabo Cañaveral o Cabo Kennedy. Aquí, recorreríamos el amplísimo y alucinante Kennedy Space Center. Mi atención fue inferior en esta ocasión (lo mío es el arte con sus piedras "viejas"), puesto que desde años ha en el tiempo, estoy acostumbrado a través de la televisión, el cine, la prensa…, ver las imágenes que suceden en este lugar tan conocido a través de la NASA. No obstante, pude experimentar buenas sensaciones físicas al verme dentro de una cápsula o ver una película en tres dimensiones del espacio sideral, o el espectacular museo de la fauna de Florida del pasado. Sin duda fue un día muy agradable si bien, por ya haber visto por televisión muchos de estos artefactos allí expuestos, mi interés se vio algo mermado respecto a otros lugares ya conocidos poco antes, como los restos de Sacramenia o la estancia en San Agustín.

 

Nuevo viaje al Palacio de Vizcaya en la propia Miami

Atravesando cantidad de hermosísimos rascacielos en muy poco espacio, llegamos hasta el Palacio de Vizcaya, así, con nombre y apellido en español. Este palacio mandado construir a principios del siglo XX por un ricachón de Chicago, Mr. Denuy, en la bahía Vizcaine, está trazado siguiendo la norma de los palacios renacentistas europeos, que él había visitado con anterioridad. Por eso, reconociendo su valor, para un español como yo, acostumbrado a ver el Renacimiento de todo tipo por los distintos países de Europa, no me sorprendió en gran medida la construcción de este edificio, que tal vez tenga su mayor originalidad, junto a la abundante floresta del lugar, en la reproducción de un notable galeón de roca esculpida con los correspondientes animales marinos pétreos pertenecientes a la mitología greco-latina, ubicado entre la propia bahía Vizcaine y el palacio en sí. Salones, patios, balconadas, habitaciones privadas, cocinas, jardines, pintura europea y americana…, completan el espacio donde la roca de coquina de la isla de Anastasia se hace presente en parte del Palacio.

 

Visita a Miami Beach

Los altísimos, hermosos y abundantes rascacielos que se alzan junto a las playas de Miami, ocuparon otro día de nuestra visita. Atravesada de canales y puentes, Miami recuerda de algún modo a Venecia. Francisco, al atravesar uno de esos puentes, de los muchos que allí existen, me señaló: "Mira, ahí en esa isla se encuentra la magnífica mansión que ha ocupado durante tantos años el cantante español Julio Iglesias". "Ah, ya ¿no vive ahí? pregunté". "No, parece que ahora vive en una isla del Caribe", ¿República Dominicana? Esta conversación surgió camino de lo que llamaríamos  Parque de Atracciones de Miami, tan conocido en películas y en televisión; estos parques con defines, cocodrilos, monos, serpientes…, son en todos los sitios muy parecidos, como podemos encontrarlos en Madrid, Barcelona o la isla de Tenerife por citar solo a los de nuestro país. Más tarde recorreríamos algunas de las inmensas playas de Miami, tan limpias, transparentes y ocupadas. Me llamó la atención sobremanera sus largos recorridos de arena blanca. Todas ellas, o la mayoría, están vigiladas desde una distancia prudencial por los bonitos rascacielos que se levantan en su entorno. También recorrimos una calle que podríamos llamar "La Movida en Miami" por la abundancia de bares y restaurantes de lujo que aquí se encuentran. Tras esta visión, regresamos a la residencia "franciscana", porque al día siguiente tendría que tomar el avión que me conduciría hasta Madrid. Mis vacaciones turístico-culturales caribeñas, o mejor atlánticas, habían dado a su fin. El día siguiente, en un cómodo y bien atendido avión de Iberia, rendía viaje hasta Madrid para alcanzar mi domicilio particular y poder descansar. Así, ya pude hacer frente a esta emotiva y racional Crónica de un curioso y entusiasta viajero.  

 

 

                                                                                                      (Agosto de 2014)