Entrevista a Antonio Núñez, presidente de la Peña flamenca “Fosforito” de Madrid
Por Alejandro García Galán

Desde muy chico, en su casa, en la calle y
en el campo, Antonio oye cantar, que era la manera más natural de expresar sus
familiares y paisanos sus propios sentimientos, haciéndolo a través de la copla
y el flamenco. Lo “moderno” no había calado aún en el pueblo. Era también
aquélla mi propia generación y puedo dar fe de lo que aquí señalo. Pero nuestro
entrevistado de hoy tenía próximo a sí personas muy aficionadas al arte que él
escuchaba con frecuencia en las voces de su abuela materna, Eustaquia, casada
con Vitorio “Faldiquera” y de sus tíos
Nicolás, Sotero y Guadalupe, que entonaban bien, desde siempre, aquellos
populares cantes, o palos para ser más exactos. Recuerda Antonio asimismo a sus
otros tíos maternos también aficionados, junto a su madre Rafaela: Petra, Quica
y Alfonso. Además, era costumbre por los años cincuenta, como ambos recordamos,
que el cante en las tabernas del pueblo era costumbre habitual, con preferencia
el flamenco y la canción española, muy especialmente entre borrachines y
“pindongos”. Bares y tabernas serían muy frecuentados por estas costumbres;
entre otros los de El Bilba, Chorrusco/a, o Almena, al que se conocía por
muchos jóvenes con el alias de Almeníbiris, y el de “Mangas”. Y más tarde la
taberna de La Parrala, del “hermano” Quico y la “hermana” Crisanta. Un poco más
“respetados” serían los bares de Ramos y el del “Churro”, donde el cante
resultaba más esporádico.
(Antonio me comenta que siendo muy niño vio
actuar en Peñalsordo al gran Rafael Farina, en una carpa redonda, con sombrero
en mano, y que tiene esta vaga imagen del cantaor salmantino. Yo reconozco que
no lo recuerdo, aunque sí sé que en nuestro pueblo actuó en 1954 la
principiante Marifé de Triana, en la entonces Verbena de La Paloma, con gran
aceptación entre los peñalsordeños).
Pasaremos
a formularle algunas preguntas al paisano Antonio Núñez para conocimiento de
cuantos aún no lo conocen.
Pregunta.- Antonio, ¿recuerdas?, nos conocimos en la Peña
flamenca “Los Verdiales” en Moratalaz,
donde tú ejercías ya como vicepresidente de esta institución, que presidía otro
paisano de Serradilla, José Luis Fernández. ¿Cuándo empezaste en esto del
flamenco y de las peñas ya en Madrid?
Respuesta.- Desde
siempre estuve muy próximo al flamenco, pues como sabes, en Peñalsordo, por los
años cincuenta había una gran afición por este cante, especialmente en las
tabernas, pero también en el campo: cantaban en la besana o en la trilla; entre
pastores y cabreros; o cuando los labradores iban con los mulos por los caminos
a trabajar al campo. Yo escuchaba a aquellos hombres cantar y me entusiasmaba;
pero fundamentalmente porque el flamenco lo tenía muy próximo a mí mismo. Toda
mi familia era muy aficionada al cante, pero sobre todo tres de mis tíos
maternos que he citado anteriormente: Sotero, Colás y Guadalupe, que lo hacían
bastante bien. Por eso, cuando llego a Madrid con mi tío Alfonso, en 1964,
pronto me integro en el barrio con gente de los mismos gustos y aficiones que
los míos.

R.- Sí. Llego primero al Barrio de Bilbao y me establezco en una de las
casas bajas que había por entonces en este barrio. En una de ellas había un bar
y a él asistía un hermano de Flor de Córdoba con el que me relacionaba. Allí
tocaban los guitarristas El Chato de Vicálvaro y Juanillo de Alba, al tiempo
que aficionados presentes en el
local le dábamos al cante. Y por allí
andaba asimismo por entonces El Fary que grabaría su primer disco, unas bulerías
“Los tres maletillas”, antes de llegar a la fama. En las tertulias de los bares
de aquellos años se hablaba mucho de Rafael Farina y Porrina de Badajoz. Yo
entonces era un aficionado puntero en festivales flamencos de los barrios de
Madrid, coincidiendo por aquellos tiempos con cantaores que serían muy
populares después, como José Meneses o Manuel Gerena.
P.- Cuando cumples 21 años, tienes que incorporarte en el servicio militar.
¿Dónde lo cumpliste y si tuviste en aquel tiempo posibilidades de practicar tu
afición favorita por el flamenco?
R.- Sí, lo recuerdo bien. Me llaman primero a Badajoz -Villanueva de la
Serena-, donde estaba la Caja de reclutas, y desde allí me envían al campamento
en Almería, San Viátor, y más tarde al cuartel en Melilla. Efectivamente,
rodeado de extremeños y andaluces, mis aficiones al flamenco pude practicarlas
durante todo este tiempo de 17 meses en total, que fue el tiempo que dediqué
para cumplir con la patria.
P.- Concluido tu servicio militar, vuelves a Madrid y empiezas a frecuentar
las peñas flamencas que abundaban por la capital, algunas muy cerca de donde tú
resides. También tomas contacto con un gran cantaor de la tierra, exactamente
de Orellana, de donde toma el nombre, El Niño de Orellana, y también con Ramón
Montoya.
R.- Regreso a Madrid y aunque yo ya tenía conocimiento de algunas peñas
flamencas con las que tuve relación anterior, como antes te dije, ahora me voy
a ir integrando de forma más intensa en algunas de ellas. Estuve cantando,
siempre como aficionado, primeramente en las peñas de Fosforito y San
Blas-Vicálvaro, en las calles Gerona y Villajimena. Esta última resultó muy
interesante especialmente porque las actuaciones se ofrecían de 12 de la mañana
a 16 de la tarde, y asistía mucha gente, y donde se establecía una gran amistad
entre los presentes. En ésta de San Blas-Vicálvaro estuve dos años como
presidente. Después, cuando nos conocemos tú y yo, por los comienzos de los
noventa, sí era vicepresidente de la peña flamenca Los Verdiales de Moratalaz,
donde he sido otros dos años vicepresidente y uno presidente.
P.- Antonio, hoy eres el presidente de una peña prestigiosa, la peña
flamenca Fosforito, ubicada en
Vallecas, donde os reunís los domingos por la mañana para cantar, y donde creo
que existe un alto nivel entre los cantaores que actúan. ¿Podrías indicarnos
qué habría que hacer para participar de estos actos? Principalmente como
espectadores.
R.- La peña Fosforito está abierta a todo aquel que esté interesado en el
flamenco, bien como asistente, bien como cantaor. El que quiera sólo escuchar
viene y se sienta y el que tenga deseos de cantar, se pone en contacto conmigo
y de ese modo yo le invito a subir al escenario y con el acompañamiento del
guitarrista se le prueba la voz y si tiene cualidades, como aficionado, se
incorpora. Así, puede cantar cada uno lo que sea de su agrado. Y de este modo
se puede incluir como miembro de esta peña.
P.- A esta peña pertenecen aficionados de toda España; aparte de ti, como
presidente, ¿hay otros extremeños en esta institución vallecana?
R.- Sí, el vicepresidente es también extremeño, de un pueblo cercano al
nuestro, Benquerencia de la Serena. Se trata de Antonio Merino (1943), a quien
se le conoce en su pueblo por El Capitán. Asimismo pertenece a la peña Eugenio
Lozano, conocido como Eugenio de Badajoz, natural de Aceuchal (1949).
P.- Esta entrevista aparecerá en La Voz de Peñalsordo, un periódico
local de nuestro pueblo. Volvamos, si te parece, a los comienzos. Señalaste de
la influencia flamenca familiar que recibiste en los tres pueblos en los que
pasaste tu infancia y parte de tu juventud, pero ¿recuerdas especialmente a
alguien que te llamase la atención porque destacase por aquellos años y te
gustase a pesar de tus cortos años? ¿Algunos referentes que te llamasen la
atención en el propio pueblo? ¿los recuerdas?
R.- Efectivamente, por aquellos años de mi infancia eran bastante populares
en Peñalsordo como cantaores flamencos Los Pelaos, Los Perianes y Los Roídos,
estos últimos eran de mi propia familia materna.
P.- Antonio, si alguien del pueblo quisiese pasar a veros actuar algún
día, ¿qué tendrían que hacer?
R.- Muy sencillo. Que se acerquen por la Peña Fosforito, situada en
Vallecas, calle Perelada, 5, metro Alto del Arenal, de 12 a 16 horas todos los
domingos. Pueden escuchar a los cantaores, totalmente gratis, y si les gusta pueden
volver siempre que lo deseen. Así de sencillo.
Concluimos. Quiero terminar esta entrevista con un poemilla de
Antonio Núñez, al que agradezco sus atenciones conmigo siempre que nos hemos
visto, que me dedicó el día que lo conocí allá por los principios de los
noventa y que había escrito para su pueblo y el mío. Reza así y es una
petenera:
“Peñalsordo a ti te llaman/ nombre propio y
verdadero/ Badajoz te bautizó/ tu padrino fue un cabrero”
Nos
despedimos de nuestro paisano con los mejores deseos de que siga practicando y
fomentando este noble arte del flamenco, sin duda una de las manifestaciones
artísticas más bellas de entre los humanos, aun sabiendo que últimamente en
nuestro pueblo y alrededores esté en franco retroceso, sustituido por otras tendencias
sin duda más modernas. Tal vez el flamenco, también tan nuestro, vuelva a ser
valorado algún día en el pueblo y se ponga de moda nuevamente, donde durante
tantos años fue un referente popular de hombres y mujeres de Peñalsordo.